lunes, 30 de abril de 2012

Carmelo Jiménez

(Foto cortesía de Puri Menaya)

A la sombra de un nogal

Cuando el sol llegó a lo más alto, llevaba ya más de muchas horas de faena con la mula. Casi podía oler el almuerzo al poco de llegar al pie del árbol, donde su hermano y Celedonio, cuchara en mano, daban buena cuenta de las sopas, alternándose con marcial efectividad y sin dar un viaje en balde ni derramar un ápice, al menos hasta llegar a la boca, donde el último resquicio precipitado tendría su cuna en la mano que hacía las veces de babero.
Al llegar, se sacó la boina deslizando el dedazo desde la sien hasta la frente, marcando la altura donde en algún momento se apreció el saín que ahora forraba internamente el complemento. No era buena idea quitarse el sudor que le incordiaba ya bajo las cejas con las manos, así que, una vez que se quitó el chaleco, lo usó no tanto para secarse como para empujar las gotas fuera de su rostro, y lo colgó del muñón de rama que le haría de galán de siesta improvisado.
Después de haber templado el buche se dio a los garbanzos con avidez, intercalando un trozo de hogaza con las viandas a cada poco, no fuera a ser que el tocino se viera acabado antes de empezar. Al poco se quedo solo a la sombra, exprimiendo, con el dedo de luto, el chorizo contra el pan. Las hormigas trepaban por sus piernas como en busca de la grasa que hacía surco en las piernas polvorientas, pero no era suficiente para luchar contra la galbana, así que la apoyó echándose un trago de la pitarra al coleto.
Al despertar, de buen son, la acémila le miraba con ojos tan dulces que las moscas se pegaban por una posición en el lagrimal. A su paso, el maestro le hizo un saludo de compadreo que obtuvo como repuesta un gruñido espumoso, casi regurgitado; de nuevo a solas se quedó mirando a su compañera en la labor, parecía estar alta.
-Si tu “sabieras”- le dijo, aún desperezándose del sueño, alto también.



domingo, 29 de abril de 2012

Fernando Vicente


(Foto cortesía de Fortunata)

Y Fernando Vicente nos presentó seis microrrelatos a descubrir resolviendo el cubo de Rubik. 
Los podemos ver en Rubik (micros 6x9)

(Micro tuneado de Depropio)

Fernando Vicente (depropio) -  Las palabras que me sobran

sábado, 28 de abril de 2012

Ana Crespo

(Foto cortesía de Puri Menaya)

El amor a la altura de un par de zapatos


Mientras en la radio sonaba Camarón cantando "Te voy a hacer unos zapatitos del ala de mi sombrero", ella buscaba el amor, aunque durara un suspiro, en esas calles estrechas, enmarcadas por los cierros de sus balcones. Y se topó con él de frente. Ahí estaba, tras el cristal, esperándola. Cinco minutos de presentaciones, lo justo para saber que era la horma de su pie y convertirse en su dueña bajo pago. El color y la suavidad de su piel aterciopelada prometían un largo futuro. Su altura la ayudaría a caminar con paso firme o levitando a 10 centímetros del suelo. Y en los instantes de pasión sería el complemento perfecto y sensual de su desnudez. Una fantasía de 100 euros en monedas, de color nazareno y grana. Un par listo para dar el estoque, al bravo que se cruce por nuestro camino.


Ana Crespo A cuatro letras

viernes, 27 de abril de 2012

Jose Luis

(Foto cortesía de Paloma Hidalgo)


Microquedada, un 18 de Febrero de un año bisiesto 

"Me arranqué compulsivamente, sin leer la letra pequeña ni la grande, movido por el corazón, o tal vez por cierta parte de mi cerebro. Fui tan pronto aceptado a la reunión, que pensé que cualquiera podía asistir, pero no fue así. A los pocos días ya tuve que tomar mi primera gran decisión que a buen seguro ya me clasificaba: carne, pescado o estofado. Midiendo mucho el envite, elegí pescado, me parecía como más literario, más poético, veía sirenas, olía a mar, océanos, naufragios, tempestad, lo de menos era que me gustase más la carne, se trataba de acertar. Pero no, no era nada de esto, tras comprobar una de las muchas listas casi definitiva de amigos virtuales, supe que lo que se dilucidaba era simplemente la comida, no requería interpretación, el final no era abierto, simplemente tenía tres posibles finales.

El resto ya no me lo tomé tan a pecho, mucho más difícil de entender que un micro elíptico o cilindroparabólico, era saber cuál debía ser mi siguiente paso. Que creo que sí, que yo leo, para eso soy novato. Pedro Herrero ya tiene alojamiento. Ah no, que no leo. Marina quiere pescado. Escribo un micro. En la librería Tres Rosas no cabemos tantos jardineros. El micro hay que tunearlo, es decir, eso. Ana Vidal se apunta al entrecot, y también hay quien cambia chorizo por ensalada de la huerta. Lo siento mucho, pero no podré asistir, ¡ooh!. Y yo, que desde el andén de enfrente, veo un banco de sardinas montarse en el tren para Cádiz, me quito mi disfraz, y cojo el tren para Madrid, un sábado de carnaval."

Jose Luis (Arte Pun) Entre Génesis y Apocalipsis  

jueves, 26 de abril de 2012

Kum*

(Foto cortesía de Puri Menaya)

La era del hombre

Cuenta el cuento que hace mucho mucho tiempo, antes de que el mundo fuera como lo conocemos, los hombres compartían su existencia con otros seres que habitaban las eras por derecho propio.

Eran los tiempos en que los dioses perdían al dominó con los gigantes y los elfos se encargaban de mantener el equilibrio de todas las cosas. Las hadas eran entonces mensajeras de buenos augurios entre los reinos de la vida y la muerte, los gnomos arbitraban en las leyes naturales y las sirenas hacían las veces de guía en las difusas fronteras de lo real y lo inventado.

Nadie recuerda cómo fue que unos seres con tan poca enjundia y tan escaso saber como los humanos, fueron tomando parte y voz en asuntos y aconteceres que estaban muy lejos de poder manejar. El caso es que el mundo, los días y la existencia misma, empezaron a perder la memoria, el cabello y la razón, y los magos anunciaron el final de los tiempos y la llegada de la Edad del Hombre.

Los moradores de aquellas tierras fueron adquiriendo poco a poco la textura de los sueños y hubo quienes habitaron desde entonces en odas, mitos y leyendas en espera de tiempos mejores. Otros se ocultaron para siempre en lo más recóndito de bosques, océanos, cuentos y montañas, mientras los dioses, ya enfermizos, daban lugar a las religiones.

Dicen que las criaturas más intrépidas se camuflaron en los circos, donde adoptaron oficios e identidades que les permitieron seguir existiendo a cambio de vivir vidas errantes en un mundo inane, donde ya nada es lo que era ni parece lo que es.

Así, los payasos, que en otros tiempos fueron confundidos con los ángeles, se vistieron con grotescas ropas y ocultaron sus rostros tras máscaras tristes que hacían reír a los hombres y llorar a los niños. Cuenta la leyenda que antes de entrar en los circos, los payasos fueron personajes respetados como guardianes del saber sublime que lleva a la felicidad y que tenían la misión de procurar el despertar espiritual y la lucidez en aquellos individuos que les eran asignados. Entonces se encargaban, no de hacer reír, sino de recordar a la gente olvidadiza cómo se hacía para ser feliz.

Hay quien dice que aún conservan aquel saber y que siguen guardando a buen recaudo los mapas secretos de los rumbos invisibles y los senderos inciertos que conducen inequívocamente a la felicidad. A una felicidad que aún parece lo que es y que es aún lo que era. Es por eso que se ríen. O que lloran, que para el caso… es lo mismo.

Todo esto cuenta el cuento y muchísimas más cosas. Pero, ¡bah...! ¿Quién puede creer aún en cuentos en la Era de los Hombres?

Kum*:  Haikum*

miércoles, 25 de abril de 2012

Jaime Sastre

(Foto cortesía de Fortunata )

Tintes


Y castiga sin postre al gigante que hace pucheros desconsolado. Después visita la celda de la bella durmiente y le inyecta una dosis más de somnífero, mientras resiste la tentación de besarla. Sigue la ronda con la madrastra, aprieta diligente las correas de su cama y la deja balbuceando incoherencias frente al espejo del techo. Bosteza con desdén y se dirige a sus aposentos con la ayuda de un candil, mientras deja atrás los lamentos de la mazmorra. Con la satisfacción de haber hecho sus tareas diarias, se queda dormido releyendo la Biblia, preguntándose otra noche por qué no habla de príncipes azules como él.



Jaime Santamaría - Microrrelatos perdedores (o no)

martes, 24 de abril de 2012

Pablo Garcinuño

(Foto cortesía de Depropio)


Así es imposible dormir
Cada noche se le aparece el fantasma de su abuela. La anciana va en pijama, bata y zapatillas de andar por casa, y sujeta una fregona en la mano. Su aspecto, a pesar de lo familiar del atuendo, es espectral. Se acerca al nieto y le dice con voz de otro mundo: “No me pises los fregaos”. Luego suele desaparecer.


Micro tuneado de Pablo

Pablo Garcinuño:  En mal estado

lunes, 23 de abril de 2012

Elena Casero

(Foto cortesía de Purificación Menaya)

Ya estás aquí, y le abrazó, y  sonrió. Estoy haciéndome un té ¿quieres tú?
No, ahora no, ahora no. Hemos de hablar. Ella volvió a sonreír feliz y le besó.
Hoy pareces otro, estás muy raro, ¿estás bien? Sí, ¿por qué lo dices? Me voy, no quiero
verte más, nunca, nunca, nunca, nunca más. Me voy. Sentémonos y toma un té, un té en paz.
Qué raro sabe este té. Pues yo le encuentro muy bien. Tiene gustacho a jabón, jabón.
Pues es oriental. Qué raro sabe este té. Me estoy sintiendo muy mal. Yo me pondría un poco a rezar.
La vas a diñar. Jajajaja. Prepárate a morir.
Jajaja. Ahora gozaré de libertad. Se acabó el mal humor. Y los días sin sol.
Voy a volver a soñar. Sin tu rostro gruñón. Volveré a ser feliz.
Por fin me libero de ti.




domingo, 22 de abril de 2012

Pedro Herrero



El pistolero

A Rosa Martínez

La novia del sheriff lo abraza con fuerza y le suplica que no salga a la calle a batirse con el pistolero que ha llegado a la ciudad para desafiarlo. Le propone que se quede en la cantina, que acabe de desayunar sin prisas y que luego se fume un cigarro y se entretenga jugando a las cartas con los amigos. Le advierte que el pistolero seguramente no ha venido solo y le confiesa que tiene miedo de perder al amor de su vida por culpa de una absurda cuestión de honor. Le recuerda que el Estado le debe la paga de tres meses y que él no está obligado a dar la cara para paliar la falta de recursos que padece la comunidad. También le reprocha que sólo piensa en sus asuntos, que nunca ha tenido la menor intención de formar una familia. Le critica que dedique tanto tiempo a perseguir sospechosos y que prefiera dormir en la cárcel cuando detecta problemas de orden público. Y al ver que todos estos argumentos no sirven para nada, la novia del sheriff lamenta que -detrás del largo cañón de su revólver- se oculte una virilidad más que discutible y le amenaza con no volver a dirigirle la palabra si atraviesa la puerta de la cantina.

Tras su desayuno, el sheriff sale finalmente a calle, dispuesto a buscar amor, amistad o lo que surja.

Pedro Herrero  Humor mío

sábado, 21 de abril de 2012

Rocío Romero

(Foto cortesía de Puri Menaya)

Alevosía

“Al diablo todo le viene bien” me digo.  Apunto con cuidado y encajo el tiro entre los senos de una hermosa prostituta.  Se desploma sobre el suelo y los demás siguen bailando. 
Unas calles más al centro veo la conga donde un boxeador, una vedette, un spiderman y un pirata saltan sobre una pierna u otra con fervor alcoholizado.  Elijo al boxeador por el tamaño de sus pantaloncillos rojos y le acierto en plena cara.  Esta vez la sangre llueve con fuerza y un grupo de policías de verdad se gira hacia mí.  Disparo, disparan.  Soy hombre muerto. Por fin.

Rocío Romero - Contando las horas

viernes, 20 de abril de 2012

Paloma Hidalgo





(Foto cortesía de Depropio)


Uno muy grande

Hasta la próxima primavera no volveré a ser el mismo. Sin ellas, acomplejado, mostraré mi alma desnuda al mundo. Para sobrevivir me alimentaré de recuerdos, reviviré cada caricia, cada mirada. Será duro soportar el vacío de su ausencia, siempre lo es. Pero volverán en marzo mis hojas blancas y sus letras negras llenarán de vida mi cuerpo y creceré hasta convertirme en el libro que siempre desee ser.



jueves, 19 de abril de 2012

Mar González



(Foto cortesía de Depropio)

La rana de San Antón

Aquel verano sus padres tiraron la casa por la ventana. Un mes en Londres para aprender el idioma, que sin inglés no vas a ninguna parte, decía su madre. Después quince días en un campamento deportivo, que al niño se le da bien el balón y cualquier día nos retira, decía su padre. Y ambos coincidieron en que, al menos, debía pasar otras dos semanas en Madrid con la tía Angustias, que está muy bien relacionada y las niñas van a clase con la hija de una prima segunda de los Borbones.
Entre tantas idas y venidas, Mario pasó unos días en el pueblo y, cuando volvió a clase, en su primera redacción, lo tuvo claro:
"Este verano he ido al río. Yo no sé cazar ranas pero al Largo se le da muy bien y cogimos una de San Antón. Se la quedó él, pero le puso mi nombre. El Largo sabe mucho de animales y de muchas cosas. Yo de mayor seré veterinario y cuidaré sus vacas".



Mar González (Puck)  Los jardines de Puck

martes, 17 de abril de 2012

Miguel Molina

(Foto cortesía de Fortunata)

Una vida de libro


Ansioso por salir, su madre dio a luz en la Biblioteca Nacional. Al crecer rodeado de novelas, revistas, manuscritos, e incunables, sus primeros recuerdos siempre los asoció al olor del papel y de la tinta. Con dieciséis años comenzó a trabajar en la Cuesta de Moyano, después estudió Biblioteconomía e incluso escribió varios libros. Tras conocer a Lolita en la Feria del Libro se mudaron a vivir juntos a la calle Libreros. Allí falleció ayer abrazado a un facsímil de El Quijote; justo a esa hora el telediario anunciaba que el libro electrónico superaba en ventas al de papel.


Miguel Molina - En 99 palabras

lunes, 16 de abril de 2012

Purificación Menaya

(Foto cortesía de Depropio)


Revuelto de calendario

Los días se apelotonaban, se perseguían, se amontonaban, se confundían unos con otros. El ocho adelantaba al uno y el veinticinco se hacía el remolón para que el veintiséis le ganara la carrera sin esfuerzo. El miércoles le parecía jueves y el domingo sábado, aunque la fatalidad del lunes siempre se mantenía constante, incluso en aquellas semanas que comenzaban en martes. La cita con el dentista siempre se anticipaba y sin embargo el fin de semana quedaba tan lejos que cuando llegaba era ya tarde para acudir puntual a ver a su novia. El verano se adentraba en el mar hacia una isla paradisíaca que parecía imposible de alcanzar. Cuando por fin tomaba un barco hacia la isla, septiembre abordaba la cubierta, barriéndola con olas de maremoto. El naufragio era inevitable, pero se producía junto al puerto, afortunadamente, y mientras se recuperaba con una copa de ron en la taberna, el viento del malecón se colaba por las rendijas y arrancaba las hojas del calendario. Entonces volvía a ser Semana Santa y el vendaval traía redobles de tambores y máscaras de carnaval. Unas veces parecía que todos los días eran el mismo; otras, resultaban tan irreconocibles y grotescos que hasta los números se deformaban, engordaban y se salían de sus casillas cuadriculadas. La línea del tiempo tan pronto se replegaba sobre sí misma como una cuerda enrollada o se desplegaba obligándole a saltar frenéticamente a la comba para pasar con cada salto a un nuevo año. Pero no, no había año nuevo. El año nacía viejo y sus achaques se acentuaban de día en día, hasta que moría. Todas las noches contemplaba el calendario sin saber qué días habían pasado y cuáles faltaban por llegar. Ayer decidió acabar con todo de una vez: echó a la sartén los días con sus meses y un par de huevos, y cenó revuelto de calendario con ajos tiernos. Curiosamente, anoche durmió de un tirón. Y hoy, nada le repetía. Ni siquiera el sol ha salido por donde acostumbraba. Y la luna no ha querido esconderse. No sabe si es lunes o viernes. Pero en el estómago, siente que el tiempo es suyo.


domingo, 15 de abril de 2012

Nicolás Jarque



(Foto cortesía de Depropio)



Duelo de artistas

En la Plaza Mayor se congregaron decenas de personas un martes cualquiera, sin celebración ni manifestación conocida. Los presentes formaban un cuadrado amplio, dejando el centro para que lo ocupara un viejo charlatán con esmoquin. Éste, fue presentando a los diferentes grupos, que se dividían así: al Norte, unos músicos armados con sus instrumentos; al Sur,  pintores apoyados sobre sus caballetes a la espera de desenvainar sus pinceles; al Este, unos poetas que recitaban versos bélicos; y al Oeste, unos mimos que adoptaban poses amenazantes. El público permanecía expectante, preguntándose de qué se trataba dicha representación. El animador del acto, pronto resolvió la duda, cuando instó a  que cada grupo eligiera un portavoz para defender sus posturas, pues al parecer no todos tenían cabida en la plaza. Se escucharon murmullos entre los espectadores mientras los portavoces de los distintos grupos se unían al lado del charlatán. El primero en exponer sus razones fue el músico.

—La música es paz y armonía. Alegra el espíritu de los viajeros que llegan a esta plaza. La prueba, las muchas piezas que nos solicitan…

—Perdone que le interrumpa, si se trata de solicitudes, nosotros los pintores de esta plaza somos los que más recibimos, miles cada día.

— ¿No lo dirá en serio? Si la mayoría de ustedes siempre pintan los mismos cuadros. La plaza debe ser para nosotros, los poetas. ¿Qué mayor placer puede disfrutar un caminante que los versos que mecen sus sentidos?

—Qué pena dan. Los turistas huyen de ustedes porque piensan que les van a robar, además que no entienden ni una palabra de vuestra prosa.  Con nuestra mímica se detienen, nos sonríen y hasta se fotografían.

El viejo les interrumpió, pidiéndoles calma y se giró hacia al público para solicitarles su opinión. El silencio se apoderó de la plaza, algunos sonreían y otros se miraban, pero de repente se abrió un camino en el que un joven se acercó al charlatán, para decir:

—Si lo que ustedes buscan es la atención de los visitantes, háganme un favor, prueben con el microrrelato.

— ¿Microrrelato?, ¿Eso qué es?

— ¿Y ustedes se autoproclaman artistas? Deberían saber que el microrrelato es el arte de aunar en un reducido espacio la musicalidad de las palabras, de dibujar sueños, cuidando poéticamente a las palabras y arrancando una sorpresa con pose final.

— ¡Paparruchas!  —le espetó el pintor.
Esa descalificación provocó el enfado general, y que de los laterales llovieran botellas de plástico, latas y restos de comida. Los del centro, aprovechando la confusión, se liaron a puñetazos y empujones que arrastró a todo el mundo.

Yo que estaba allí, no sé como acabó la contienda pues me marché en mitad de la batalla. ¿Mi opinión? No tengo ni idea, lo único es que la experiencia me sirvió para escribir este microrrelato. 


Nicolás Jarque - El rincón de Nicolás Jarque

viernes, 13 de abril de 2012

Susana Pérez

(Foto cortesía de Depropio)

El país de Nunca Jamás

Le gustaba imaginar que podía parar el tiempo y que nada ocurría. Cada miércoles acudía a la Estación Central y se sentaba en un banco a observar a la gente pasar; hombres, mujeres, ancianos y niños, corrían a toda prisa por el andén en busca del tren con destino al país “De Nunca Jamás”. Él no les seguía, aunque lo deseara; el tiempo se le escapaba. En esos momentos, como venganza consigo mismo y disfrutando de cierto placer en el control, detenía el tiempo y el silencio lo consumía todo: no existían silbidos de partida ni el bullicio de las gentes. Los propósitos se congelaban en el aire. Así, cuando se sentía único protagonista, esbozaba una pequeña sonrisa. Ese día nunca llegarían a su destino.

Ilustración de Joaquín Aragón Vega
Susana Pérez  - Aprendiz de palabras

jueves, 12 de abril de 2012

miércoles, 11 de abril de 2012

Marina de la Fuente

(Foto cortesía de Depropio)

Choque frontal

Al entrar en el callejón se encuentra, sin querer, con un beso. No uno cualquiera, sino uno largo, apasionado y dulce que provoca que la joven se olvide por completo de la entrevista de trabajo a la que llega tarde, de la hipoteca que no puede pagar y de la ruptura con su novio de hace más de ocho años. Durante unos segundos nada existe, salvo los labios que aprietan los suyos y que se desvanecen con el mismo sigilo con el que aparecieron de improviso.

Desde entonces, cada mañana, una chica guiada por un recuerdo se desvía varias manzanas para adentrarse en el callejón donde sucedió todo. Desgraciadamente, sólo los gatos acuden a su encuentro.


Vídeo realizado por  Depropio




Marina de la Fuente (Acuática):  No me vengas con historias

martes, 10 de abril de 2012

Lola Sanabria


(Foto cortesía de Depropio)

Sufrimiento coronario

Cuando yo llegaba del instituto, ella ya estaba allí. Mi hermano y su novia, abrazados y besándose en el sofá. Saludaba, rastreando la mirada por el suelo, sin querer verla. Aún así, sentía la punzada en el pecho, el golpe brutal en mis venas. Iba a la cocina, sacaba el cuchillo del cajón y lo hundía entre mis costillas. Las separaba con las dos manos, sacaba el corazón palpitante y lo guardaba en el frigorífico. Y allí se quedaba, en reposo, esperando a que ella se marchara.




lunes, 9 de abril de 2012

Ana Vidal


(Foto cortesía de Depropio)

Microfundación 

Me presentaré, soy Hari Seldon. Soy psicohistoriador. Vengo del año 12.067, del planeta Trantor, sede del Imperio galáctico.

Durante muchos años, creímos que La Tierra era parte de una leyenda, pero desde que constatamos fehacientemente su existencia, decidimos venir para empezar a trabajar cuanto antes. Lo más complicado ha sido el viaje hipertemporal, tema con el que no quiero aburrirles. Pero les diré que era necesario llegar hasta aquí y hemos podido hacerlo.

Se preguntarán qué pintan ustedes en todo esto, pero no es tan raro si lo piensan bien.

El actual sistema establecido en su planeta Tierra se está viniendo abajo, tampoco es la primera vez que ocurre, y quizá crean que todo esto se podrá regenerar, pero créanme, es imposible. Después solo vendrán cosas peores, según la psicohistoria* la tendencia es a la destrucción, el miedo, el odio y la masacre. Pero el comportamiento individual de un pequeño grupo socavando el sistema desde sus raíces podrá acabar con esa tendencia negativa y transformarla en positiva. Y además es fácil dentro de sus posibilidades, que no son pocas.

Ustedes formarán lo que llamaremos “la microfundación”, y trabajarán como esos pequeños animales que comen madera, las termitas (en Trantor también tenemos termitas). Irán cambiando, micro a micro, el rumbo de la humanidad. Para eso deberán seguir a los profetas, que  iluminarán el camino a seguir. Ellos están entre ustedes desde hace tiempo. El primero y más importante al que tendrán que mirar de lejos lo llaman El Roto. Hay otros tres, más cercanos a ustedes: Manu Espada, encargado de eliminar los límites de la creatividad encorsetada, Su, cuya misión es abrir el mundo de las emociones, y Pablo Gonz, quien les ha convocado a través de las piedras fundacionales que dejamos en su interior antes de su viaje hipertemporal. Seguro que muchas veces se preguntan cómo hacen parecer tan fácil lo difícil, pero lo entenderán mejor sabiendo que ellos no son terrestres sino habitantes de Términus, matemáticos, especialistas en psicohistoria y bibliotecarios de la Fundación. A partir de ahora, recuerden, pongan toda su creatividad al único y precioso fin de carcomer las raíces mismas del sistema.

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*Enciclopedia Galáctica, tomo CMLXVIII, pág. 356.556. La psicohistoria es la ciencia que trata las reacciones sociales reducidas a ecuaciones matemáticas basadas en la estadística, con la que se pueden hacer predicciones sobre las tendencias históricas y sociales.



Y sus termitas...






Ana Vidal (Anita Dinamita) - Relatos de andar por casa